jueves, 29 de marzo de 2012

"Conviene o non conviene d'andarci in questa Merica?"


“- Ora vi lasciamo in pace; ma ci fate il piacere di dirci, in conclusione, se conviene o non conviene d’andarci in questa Merica… […]
Ecco… vi dirò-rispose Codazzi, atteggiandosi con tutta quella gravità di cui era capace- di terra là ce n’è per dar da mangiare, non solo ai cristiani, ma a tutte le bestie del mondo; ma la è una terra diversa da quella delle nostre parti, e poi d’acqua nelle campagne ve n’è piuttosto niente, che poco. Insomma, a dirvela tutta, la Merica la è come il giuoco del lotto: quei che ci guadagnano son pochi, ma tutti li conoscono e li vedono; e quelli che ci perdono son tanti, ma nessuno ne parla o sa cosa sia successo di loro. Quelli a cui le cose sono andate male, non tornano a raccontarle, perché son morti o non hanno i soldi per fare il viaggio, e noialtri di solito non vediamo tornar qui che quelli ai quali la è andata bene, o così così. In conclusione io, nel mio poco saper di me che sono un ignorante, dico che, chi appena può campar la vita è meglio stia a casa sua: chi poi è giovane e non ha mezzo d’ingannare l’appetito, può tentare la fortuna. Se l’indovina tanto meglio; se no, si romperà il collo in Merica come poteva romperselo qua, che è lo stesso! Di guai ce n’è in tutti paesi del mondo. In Merica poi bisogna star franchi in gamba e tenere gli occhi aperti più ancora che da noi, e magari andarci con tre occhi e tre gambe invece che con due. Vedete cosa è successo a me e Silvestro? Se avessimo avuto un occhio e una gamba di scorta, ci sarebbero proprio venuti a taglio!" 
Marazzi, Antonio. Emigrati. Studio e racconto. Milano: Dumolard, 1880.

Emigrati de Antonio Marazzi (1880-81) o el viaje circular


"Entre el fracaso y la risa" [1]
Fernanda Elisa Bravo Herrera 

En la novela Emigrati. Studio e racconto, Antonio Marazzi [2] relata el viaje circular de un par de emigrantes -en cierta medida quijotescos- en tres volúmenes, cuyos títulos anuncian la instancia del desplazamiento. Es decir que esta novela se estructura en tres grandes partes, correspondientes a macrosecuencias fuertemente delimitadas por el movimiento del viaje y por el espacio geográfico-cultural. El primer volumen, “Dall’Europa in America” presenta al dúo de emigrantes, las motivaciones que los llevaron a emigrar a la Argentina, las peripecias del viaje. El segundo volumen, “In America”, narra las aventuras de estos “héroes” en diferentes lugares, no sólo de la Argentina, sino también del Brasil. El tercer volumen, “Dall’America in Europa”, concentra su relato en el viaje de regreso a Italia, y el reencuentro con los paisanos y con los propios espacios.
Esta novela se construye desde la pluralidad discursiva, ya que en ella se inscriben diferentes tipos de discursos que van del histórico al sociológico, del literario al estadístico, en un estilo que oscila entre el político, el literario y el enciclopédico. Las diversas y contrapuestas posiciones ideológicas que participaron en el debate en torno a la emigración también se encuentran en esta novela, contradiciéndose, sucediéndose. Es así que puede reconocerse la denuncia social, el antiemigracionismo, el optimismo colonialista, la confianza en las instituciones políticas. La complejidad del texto determina igualmente la variedad de isotopías que permiten reconstruir, por ejemplo, el estado social de la emigración italiana en la Argentina en la década del 1870 -año de la unificación italiana-, la vida en las colonias, los programas políticos de los gobiernos argentino e italiano, en fin, los conflictos vinculados con la emigración y con las alteridades. Son muchas las contradicciones presentes en este texto, ya que, por una parte, se valoriza a la emigración como derecho individual pero también se la descualifica como un destierro forzado que conduce al fracaso y a innumerables peripecias y peligros; por otro lado, se muestra cómo el gobierno argentino incentivaba discursivamente la inmigración para favorecer la realización del programa sarmientino de civilización, pero no resolvía o inclusive creaba dificultades y oposiciones efectivas, aún de orden institucional, que impedían ese proyecto. 
La “excepcionalidad” de esta novela de Marazzi se debe a su registro satírico, ya que la comicidad no era el sistema desde donde problematizar y hablar de un fenómeno doloroso y polémico como la emigración en la literatura italiana. Además, la risa y lo cómico en Italia habían sido marginados por la cultura oficial y “alta” a favor del discurso serio y de sufrimiento. En Emigrati, el humor permite trazar un recorrido de lectura tendiente a invertir el proceso de identificación social de los lectores con los emigrantes, pues éstos se configuran como antihéroes ridículos, imperfectos y risibles. Existe, de esta manera, a través de la narración de las peripecias del dúo cómico de emigrantes, un trabajo persuasivo basado en la catarsis cómica, y reforzado argumentativamente por la autoridad moral del narrador quien, además de reflexionar sobre la situación de los emigrantes italianos en América y sobre la emigración en general, expone y despliega el plurilingüismo anteriormente señalado, a fin de descualificar e impedir la emigración. De esta manera, este texto adquiere, por sus fines extratextuales antiemigracionistas, un carácter didáctico y político-social activo.
El análisis del fenómeno emigratorio italiano y la evaluación de la Argentina y de sus condiciones socio-políticas y económicas refuerzan la postura antiemigracionista y la denuncia de las injusticias que padecen los emigrantes, sea en el país de origen como en el de destino. El aspecto social constituye, por esto, uno de los pilares en los que se apoya la posición antiemigracionista de esta novela, que recurre, además, a estrategias discursivas pertenecientes a una estética del horror, de la piedad que, sin  embargo, no alcanzan los niveles de otras producciones literarias sobre la emigración, circulantes en el siglo XIX. La voz narrativa ironiza y toma distancia de ese “modelo” literario que presentaba en un esquema fijo el inicio disfórico y dificultoso de los emigrantes y el final positivo y eufórico, ya que lo invierte mostrando el inicio triunfal, pero engañoso, de los emigrantes en la Argentina, seguido por un final completamente negativo marcado por la pobreza, la mutilación física, el embrutecimiento, el trabajo inútil y perdido, la deshonra y la vergüenza pública al regresar al pueblo nativo derrotados y engañados por la política emigracionista. La emigración, desde los espacios gubernamentales y políticamente institucionalizados, se visualiza como una traición a la patria y como consecuencia de la ignorancia de los campesinos que son explotados.
  La interpelación antiemigracionista propone situaciones cómicas en las cuales el emigrante desprevenido e ignorante es rechazado por la risa y se transforma en un anti-modelo para prescribir y censurar los errores. El sujeto de la enunciación se erige desde el principio de superioridad y de distanciamiento, y la risa, al castigar las costumbres, es decir, la emigración y los emigrantes, se modeliza desde la sátira política. De esta forma, lo cómico conduce al proceso de des-identificación por medio de la inversión irónica y de la caracterización ridícula de los emigrantes, especialmente de Codazzi. La inicial “preeminencia social” con la que se había presentado irónicamente a este personaje se transforma paulatinamente en caída y en deshonra, por su inadecuación, su ignorancia, su debilidad. Es así que algunas de las situaciones cómicas en las cuales es protagonista Codazzi, la risa se produce por las confusiones lingüísticas y culturales que provoca este emigrante al tratar de imponer su horizonte simbólico en América, produciendo, con ello, la ruptura y el fracaso de las expectativas y de los modelos narrativos de emigración o de aventura. El fracaso de los emigrantes y la inversión del programa utópico “fare l’America” por “fare la miseria” se apoyan no sólo en la acumulación narrativa de las desventuras y desgracias de Codazzi y Silvestro, sino también en el esquema corporal, ya que ambos regresan mutilados a Italia. Por ello, el consejo final de Codazzi a sus paisanos de emigrar con tres piernas y tres ojos es cómico en su imposibilidad y persuasivamente anti-emigracionista. La emigración es, por tanto, mutilación, y el viaje, un salto al vacío que conduce a la muerte y al desastre.
[1] Fragmento modificado y abreviado perteneciente al artículo "La emigración italiana en la Argentina entre el fracaso y la epopeya: Emigrati de Antonio Marazzi e I Roscaldi de Nella Pasini” en Boletín de Literatura Comparada. Número especial “Literatura de viajes”, Homenaje a Nicolás J. Dornheim. Mendoza: Centro de Literatura Comparada, Facultad de Filosofía y Letras, Universidad Nacional de Cuyo, Año XXVIII – XXX, 2003 – 2005, 2006, pp. 75 – 85.
[2] Marazzi, Antonio, Emigrati. Studio e racconto. Vol. I “Dall’Europa in America”, Vol. II “In America”, Vol. III “Dall’America in Europa”. Milano: Dumolard, 1880- 1881.




 



lunes, 26 de marzo de 2012

La tierra incomparable, de Antonio Dal Masetto (1994)

"¿Qué subsistía en común entre la que partió y esta que volvía? Tal vez nada, ya. Tal vez sólo el lazo establecido por la memoria engañosa. La memoria que había ido modificándose y agigantándose y traicionándose. Ahora la noche era la única barrera que separaba lo que había sido de lo que sería. Y Agata no estaba de un lado ni del otro, estaba en la noche y en la barrera."


Dal Masetto, Antonio. La tierra incomparable. Buenos Aires, Planeta, 1994.

domingo, 25 de marzo de 2012

Gente conmigo, de Syria Poletti (1961)


“Tal vez todo empezó en mi aldea, carcomida por los siglos, devastada por las invasiones, el día en que mis padres se marcharon a América. Entonces la Argentina se me figuró como un monstruo devorador de padres, madres y hermano.
O empezó ese atardecer invernal frente a un tren cubierto de nieve, cuando me separaron de Bertina, de su carita diáfana y tensa, que se marchaba a Milán, de niñera, antes de haber cumplido los doce años…
O empezó el día en que escribí la primera carta a América y esperé inútilmente una respuesta.
O un domingo cualquiera, ante una viejecita analfabeta, dictándome la carta para el hijo emigrado en el Chaco, trabándose para hacerme creer que no necesitaba nada de él, pidiéndome que le dijera eso, mientras con la palma de la mano, oscura y rugosa como madera, trataba de aplastar la única lágrima que resbalaba por su mejilla como se aplasta una mosca fastidiosa.
¿O empezó esa tarde de viento en Trieste?
¿O empezó cuando doña Martina vendió la cabra y abuela pudo acompañarme hasta Génova para tomar el barco?"

Poletti, Syria. Gente conmigo. Buenos Aires, Losada, 1961.

sábado, 24 de marzo de 2012

Sull'oceano, de Edmondo De Amicis (1889)


"O miseria errante del mio paese, povero sangue spillato dalle arterie della mia patria, miei fratelli laceri, mie sorelle senza pane, figli e padri di soldati che han combattuto e che combatteranno per la terra in cui non poterono o non potranno vivere, io non v’ho mai amati, non ho mai sentito come quella sera che dei vostri patimenti, della diffidenza bieca con cui ci guardate qualche volta, siamo colpevoli noi, che dei difetti e delle colpe che vi rinfacciano nel mondo, siamo macchiati noi pure, perché non v’amiamo abbastanza, perché non lavoriamo pel vostro bene. E non ho provato mai tanta amarezza come in quell’ora di non poter dare per voi altro che parole. All’ultimo sogno di Fausto pensai: aprire una terra nuova a mille e a mille, e vederla fiorire di messi e di villaggi sui passi d’un popolo operoso, libero e cantante. Per questo solo importerebbe di vivere, perché la patria e il mondo siete voi, e finché voi piangerete sopra la terra, ogni felicità degli altri sarà egoismo, e ogni nostro vanto, menzogna." 

De Amicis, Edmondo. Sull'oceano. Milano, Treves, 1889.

Copertina dell'edizione del 1890 di Sull'oceanocon illustrazioni di Arnaldo Ferraguti.

viernes, 23 de marzo de 2012

Italia y Argentina en la literatura. Diálogos y entrecruzamientos.



Italia y Argentina en la literatura.
Diálogos y entrecruzamientos [1]

Fernanda Elisa Bravo Herrera [2]

Hablar de los vínculos entre la cultura italiana y la argentina implica inevitablemente considerar, como punto de partida, el fenómeno de la inmigración italiana que inició aún antes del gran éxodo y, como lo señala Fernando Devoto en su Historia de los italianos en Argentina (2006), se remonta al período colonial. La “gran migración” italiana se produjo desde 1870 hasta la Gran Guerra; sin embargo, los flujos migratorios continuaron hasta después de la II Guerra Mundial sin llegar a ser aluviones, agotándose en 1976. En un siglo emigraron 26 millones de italianos, la misma cantidad de habitantes que había cuando Italia se unificó. Entre 1857 y 1930, señala Lucía Gálvez en Historias de Inmigración (2010), la población en Argentina se duplicó cada veinte años y en 1914 más de la mitad de la población de Buenos Aires no era nativa argentina.
El aluvión inmigratorio –no solamente el italiano– implicó un cambio en la sociedad argentina que Vanni Blengino denominó “simétricamente  transitivo” en cuanto también significó una modificación en la identidad de los inmigrantes. La inmigración en Argentina transformó el horizonte urbano y también el rural con la creación de colonias, especialmente en la zona de la pampa. Es por ello que esta zona se denominará sucesivamente “pampa gringa”, no obstante la organización en latifundios que impidió el desarrollo de un sistema agrario fundado en la colonización, como lo denunció Gastón Gori en numerosos de sus ensayos, entre los que se puede mencionar La pampa sin gaucho (1952), El pan nuestro (1958), El desierto tiene dueño (1958), Inmigración y colonización en la Argentina (1964). En estas transformaciones, la inmigración italiana tuvo una visibilidad relevante no solamente por su importancia cuantitativa sino también porque, a diferencia de la inmigración española, se percibían claramente las diferencias existentes, inclusive aquellas internas relativas a las regionales italianas que hacían que éstas se presentaran como un grande mosaico cultural. Por este último factor es necesario remarcar que las generalizaciones en torno a la inmigración italiana hicieron que muchas de las articulaciones internas perdieran su complejidad y algunas de las contradicciones que la definían en su totalidad. En este aspecto, los estereotipos funcionaron como una negación y una simplificación del fenómeno de la inmigración italiana y el Cocoliche, personaje de los sainetes, una mera caricatura, arbitraria y descontextualizada, de la cultura italiana que, más bien, debe considerarse como una red compleja de culturas regionales y estratificadas.
El fenómeno de la inmigración fue percibido y “narrado” de diferentes formas a lo largo de a historia, en una y otra orilla del Atlántico. La literatura recoge estas perspectivaciones, contradictorias y complejas, que parecen un caleidoscopio de imágenes y representaciones. Si en Italia, después del boom económico, se había cancelado de la memoria el pasado vinculado con la migración por considerársela una especie de estigma, de hemorragia social; al unificarse Europa y ante la “amenaza” externa, por la europeización, e interna, por los flujos migratorios de los llamados países extracomunitarios, las identidades regionales y la idea de identidad nacional se reforzaron, recuperando con ella las historias vinculadas con la migración evidenciada, entonces, como una epopeya. Durante el siglo del gran éxodo, en Italia, una política a favor de la emigración sostuvo el desplazamiento de masas, sobre todo campesinas, en parte, como una medida para sanear el tejido social, favoreciendo así las compañías navieras que publicitaban los viajes inclusive a través de guías para emigrantes y estipulando contratos de trabajo en los países de destinación para los emigrantes. En el período fascista emigrar no era visto como una manifestación de debilidad del estado italiano, sino como una oportunidad para los pioneros y los colonos portadores de cultura y civilización en el mundo, aunque el gobierno fascista tratara de desalentar el éxodo. La realidad, sin embargo, demostraba que esta percepción optimista de la situación de los emigrantes italianos estaba lejos de toda idealización. Además de las dificultades de integración y los traumas de la migración, en los diferentes momentos del viaje muchos inmigrantes enfrentaron problemas que no se debían tanto a las complicaciones burocráticas cuanto al impacto con la palabra escrita, porque en muchos de ellos la cultura se transmitía oralmente. La fragmentación lingüística de los dialectos regionales era la manifestación más evidente de la complejidad cultural de los inmigrantes italianos, que construyeron su identidad nacional no en su patria de origen sino a través de la experiencia migratoria, como una forma de reconocer identificaciones y diferencias.
En la Argentina, el proceso de nacionalización determinó que la inmigración fuera acogida en el territorio argentino en función a un proyecto político que implicaba que estos extranjeros se integraran a este país. Tal vez, por ello, más que hablar de una “italianización de la Argentina”, como propuso Maciel en 1924, se debería hablar de una argentinización de los italianos que implicó lo que Ricardo Rojas calificó como “restauración nacionalista” (1922), es decir una didáctica de la identidad argentina. Se trató, en parte, de un proceso de invención de tradiciones y de identidades, cuyos fantasmas –hundidos en una pampa ganada a los indios y con la voz idealizada de los gauchos– respondían al propósito de crear una nación y sus mitos. A estos fantasmas de la gauchesca se sumaron los de la mitología del arrabal y del malevo en una ciudad también mitologizada e idealizada. La consolidación del espíritu nacional, sostenido por la euforia exterior del primer Centenario de la Revolución de Mayo –no obstante todos los conflictos sociales que la acompañaron–, procuró contrarrestar el riesgo de la dispersión que ya se insinuaba en el país, desde una Buenos Aires transformada en una creciente Babel por las diferentes colectividades de inmigrantes. Se desarrolló, entonces, un proyecto político, asentado en bases didácticas, tendiente a lograr la homogeneización de las masas inmigrantes, suprimiendo en ellas las diferencias, para que pudieran ser absorbidas en la sociedad argentina. En 1928, la revista Nosotros realizó una encuesta para tratar de establecer la influencia italiana en la cultura argentina. En esta revista, Ricardo Rojas estableció que el fenómeno inmigratorio no había sido determinante en la conformación de la argentinidad, ya que ésta se basaba no en el factor étnico sino en el ético. Esta percepción de la argentinidad en los hijos de inmigrantes italianos ya había sido percibida incluso por representantes del gobierno de Mussolini en Argentina, como puede leerse en el informe diplomático de Giovanni Giurati del 1924 en el que informó que los descendientes de los italianos en Argentina no solamente eran nacionalistas argentinos sino inclusive anti-italianos. La situación se mantuvo igual en la década siguiente, como lo testimonió Massimo Bontempelli en su viaje a Buenos Aires junto a Luigi Pirandello en 1933. Este era el resultado de la política de nacionalización de los inmigrantes que incluyó una legislación que impulsó diferentes medidas dirigidas a la integración de los extranjeros y a la imposición de la identidad argentina según la imagen construida por los nacionalistas, como la Ley de Inmigración y Colonización de 1876 de Avellaneda, la Ley de Educación de 1884, la Ley Sáenz Peña de 1912, unida a mecanismos de control de los conflictos sindicales y a rebeliones anarquistas como la Ley de Residencia de 1902 y la Ley de Defensa Civil de 1910.
El mito del “crisol de razas” –que Florencio Sánchez propuso en La gringa (1904), reafirmó Roberto Payró en Marco Severi (1905) y se presentaba en los sainetes como presupuesto ideológico imprescindible en el proyecto nacional– configuró una imagen de equilibrio social en el que los conflictos sociales provocados por la inmigración parecían resolverse. Esta representación, no obstante, era opuesta a la posición xenófoba que acentuaba las tensiones y evidenciaba un fuerte rechazo a esa masa inmigratoria que no respondía a la imagen idealizada del inmigrante durante el proceso de organización del estado nacional en el siglo XIX. Sarmiento ya había señalado en diferentes artículos publicados entre 1855 y 1889, y luego reunidos por Ricardo Rojas en La condición del extranjero en América (1927), que habían sido las masas campesinas e ignorantes las que primero habían emigrado de Europa. Este rechazo se inscribió en varios textos literarios, especialmente narrativos, como ¿Inocentes o culpables? (1884) de Antonio Argerich, En la sangre (1887) de Eugenio Cambacères y El diario de Gabriel Quiroga (1910) de Manuel Gálvez. En este último, Gálvez, detrás de la máscara de Gabriel Quiroga, anota en su diario que los inmigrantes sólo llegan al país impulsados por su “mero propósito de lucro” y son incultos, hambrientos, desmoralizados, “campesinos, miserables glebarios en quienes la herencia de incultura y de barbarie y la rudeza del trabajo han suprimido toda capacidad estética”. La mirada del grotesco criollo acompañó la profundización del drama de la inmigración, especialmente a través de las obras de Armando Discépolo como Stéfano (estrenada en 1928), que representó dramáticamente el fracaso no solamente del inmigrante sino fundamentalmente del proyecto de una Argentina próspera, del mismo modo que en Babilonia (sainete estrenado en 1925) denunció la imposibilidad de una convivencia social.
Dentro de la numerosa producción literaria y testimonial en Argentina vinculada con la inmigración italiana, podemos mencionar, sin detenernos más por falta de espacio en esta ocasión, La muerte de Antonini (1956) de Gastón Gori, Los nombres de la tierra (1985) de Lermo Rafael Balbi, Gente conmigo (1961), Extraño oficio (1971), Taller de imaginería (1977), de Syria Poletti, Composición de lugar (1984), El fantasma imperfecto (1986) de Juan Carlos Martini, Camilo asciende (1987), Mudanzas (1999) de Hebe Uhart, Santo oficio de la memoria (1991) de Mempo Giardinelli, Mar de olvido (1992) de Rubén Tizziani, Oscuramente fuerte es la vida (1990), La tierra incomparable (1994) de Antonio Dal Masetto, Luz de las crueles provincias (1995) de Héctor Tizón, Stéfano (1997), Pavese / Kodak (2001), Lengua madre (2010) de María Teresa Andruetto, Diálogos en los patios rojos (1994), Si hubiéramos vivido aquí (1998) de Roberto Raschella, El mar que nos trajo (2001) de Griselda Gambaro, La Nona (1977) Gris de ausencia (1981) de Roberto Cossa, entre otros. A esta lista habría que agregar otros nombres, como los de Jorge Luis Borges, Leopoldo Marechal, Manuel Mujica Láinez, Ernesto Sábato, Alberto Girri, Julio Cortázar, José Pedroni que vivencian lo italiano de diferentes formas, sin que necesariamente se centre exclusivamente la atención en el fenómeno de la inmigración. Hay, por otro lado, numerosa bibliografía que se ocupa de la historia de la inmigración italiana, considerando algunas temáticas particulares: por ejemplo, sólo por nombrar algunos, los relatos testimoniales como Las italianas. Historias de inmigrantes italianas afincadas en colonias agrícolas santafesinas y de sus descendientes (2006) de Norma Battú o las narraciones orales recogidas como Antiguos cuentos de Colonia Emilia y Zonas Vecinas (2009) de Norma Battú; la historia del anarquismo en Severino Di Giovanni. El idealista de la violencia (1970) y Los anarquistas expropiadores y otros ensayos (1975) de Osvaldo Bayer; la historia de la mafia en Historias de la mafia en la Argentina (2010) de Osvaldo Aguirre; la presencia del fascismo en Fascismo trasatlántico. Ideología, violencia y sacralidad en Argentina y en Italia, 1919 – 1945 (2010) de Federico Finchelstein; los estudios literarios de David Viñas, Adriana Crolla y Trinidad Blanco de García, entre otros tantos. Por otra parte, es interesante la producción dirigida a los lectores niños y jóvenes que combinan textos e ilustraciones como, por ejemplo, La gran inmigración (2006) de Ema Wolf y La inmigración en Argentina (2009) de Oche Califa que se propone como “comic cultural”.
En cuanto a la literatura italiana que inscribe la emigración a la Argentina, ésta comprende un corpus amplio, no encuadrado completamente en el canon de la literatura italiana. Entre los textos de mayor relieve podemos nombrar, además de las poesías de Dino Campana relativas a su viaje a Argentina, Il Dio ignoto (1876) de Paolo Mantegazza, Emigrati (1880) de Antonio Marazzi, Sull’oceano (1889), In America (1897) de Edmondo De Amicis, Senza patria (1899) de Pietro Gori, Esilio (1914) de Ada Negri, Le novelle d’oltreoceano (1916), Magda Silveyra (1917), I Roscaldi (1924 y 1930) de Nella Pasini, La memoria fastosa (1987) de Cesare Mazzonis, Un caffè molto dolce (1996) de Maria Luisa Magagnoli.
Sin embargo, no obstante la masiva presencia de los italianos en la sociedad argentina y las afinidades culturales, si se consideran las relaciones entre las literaturas de ambos países, algunas cuestiones parecen contradecir la creencia difundida de una penetración determinante de la literatura italiana en la argentina. Las relaciones literarias entre ambas literaturas nacionales fueron estudiadas, en parte, por Giuseppe Bellini en Storia delle relazioni letterarie tra l’Italia e l’America di lingua spagnola (1977) y especialmente por Alejandro Patat en Un destino sudamericano. La letteratura italiana in Argentina (1910-1970) (2005), quien analiza la recepción, la difusión y la crítica de la literatura italiana en Argentina, atendiendo la producción de las revistas Nosotros (1907 – 1934), Martín Fierro (1924 – 1927), Sur (1931 – 1981) y la labor crítica del italianista Gherardo Marone (1891 – 1962). A su vez, en Italia, son importantes los estudios de Vanni Blengino –autor de la novela Ommi! L’America (2007), relato de su experiencia en Argentina–, como Il vallo della Patagonia. I nuovi conquistatori: militari, scienziati, sacerdoti, scrittori (2003) y La Babele nella Pampa: gli emigrati italiani nell’immaginario argentino (2005). Otros estudios recientes que se pueden mencionar son Di proprio pugno. Autobiografie di emigranti italiani in Argentina e in Brasile (2003) de Camilla Cattarulla, Tra memoria e finzione. L’immagine dell’immigrazione transoceanica nella narrativa argentina contemporanea (2004) de Ilaria Magnani y La patria di riserva. L’emigrazione fascista in Argentina (2006) de Federica Bertagna.
Toda esta producción, sumada, por ejemplo, a las actividades, eventos y muestras vinculadas con la inmigración, entre las que se puede mencionar la reciente muestra oficial del Festival de la Luz “Migraciones”, evidencian la actualidad y la permanencia de la reflexión y del estudio de las relaciones culturales entre Argentina e Italia, no sólo a través de las literaturas, sino como una forma más de comprender la historia nacional y una presencia definitoria de la identidad colectiva en este país.

[1] Este artículo fue publicado en la Revista Claves, dirigida por Pedro González. Salta, agosto, Año XIX, N° 192, 2010, pp. 8-9.
[2] CONICET - INSOC - Universidad Nacional de Salta.
 

jueves, 22 de marzo de 2012

Mar de olvido, de Rubén Tizziani (1992)



“El viaje, el viaje. Il viaggio non finiva mai. Empezó tan atrás, en un lugar tan remoto, hubo en el medio tanto vacío llenado por la fábula, que al final sólo nos quedaron referencias confusas, testimonios enrarecidos por la distancia, el tiempo y la tristeza; sobre todo por la tristeza. Cuando uno extraña, algo cambia en los paisajes y en la gente, en algún alto del camino afloja el ánimo y se desliza una inadvertida falsedad, una mentira: error imperceptible al partir, que al llegar se hace enorme. Lo sé ahora que he visto la nostalgia de quienes, otra vez, siguen esperando el momento de volver. Pero ¿llegará la hora del regreso? ¿Aguardarán todavía los amenazantes fantasmas del ayer en el sitio añorado? ¿Es que, si al fin pisamos la tierra prometida, podremos aceptar que la historia sucedió, que ya está escrita?
Empedernido pueblo el mío, jugado entero en una pelea con el tiempo perdida de antemano. Se nos va la vida en la absurda apuesta de retener el pasado, de violentarlo para hacerlo presente, de conjurarlo a que reste, como si fuera posible que todo siga aconteciendo…”

Tizziani,
Rubén. Mar de olvido. Buenos Aires, Emecé, 1992.


Todo empieza con un viaje



Todo empieza con un viaje. Los libros nos llegan en forma azarosa o cuidadosamente buscados. Cruzan espacios, tiempos y culturas. Nos alcanzan y nos hablan, nos conmueven, nos incitan. Nunca nos dejan iguales a como éramos antes.


Todo empieza con un viaje. Vamos al encuentro de otros libros, de otras culturas, de otros rostros, de otras voces. Otros aromas y otros horizontes nos invaden y nos pueblan. Y aquí tampoco somos lo que éramos antes.

Todo empieza en un viaje.





Imagen: 
“Libro de la vida”, escultura de metal de David Kracov.

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de encuentro con la literatura argentina y la italiana