viernes, 31 de julio de 2015

Huellas y recorridos de una utopía. La emigración italiana en la Argentina (2015)






Buenos Aires: Editorial Teseo, 2015. ISBN 978-987-723-004-8


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Avvertenze agli emigranti. Passaporto



Avvertenze agli emigranti.




















Si avvertono i nazionali che per fruire della tutela e dei favori previsti dalla legge sull’emigrazione, devono prendere imbarco su un piroscafo di emigranti, con biglietto rilasciato in Italia da uffici autorizzati.
Occorre che gli emigranti rifiutino ogni proposta di Agenzie di emigrazione stabilite fuori d’Italia, tendente ad attirarli ad imbarcarsi in porti stranieri, perché, accettando, andrebbero incontro a gravi inconvenienti: spese maggiori, viaggi spesse volte più lungo, mancanza di protezione a bordo per parte di Commissarii governativi, necessità di ricorrere a tribunali stranieri in caso di lite, costose fermate nelle città marittime straniere per attendervi il giorno dell’imbarco.” 




Imagen: Archivio Paolo Cresci.


La Commemorazione del Centenario, Il Maldicente (1910)



“Nosotros los italianos hemos dado muchas veces nuestra sangre para la defensa de la libertad argentina, cultivamos y poblamos la tierra inculta y desierta. La enorme red de ferrocarriles está bañada por sudor de nuestros trabajadores, obra nuestra son las nuevas ciudades… esta gran capital debe a los hijos de la Italia su evolución material y también la intelectual. Pero los argentinos, con una ostentación que lastima nuestros sentimientos, hoy se olvidan de todo esto, entrecruzan el azul y blanco de su bandera con el rojo y amarillo de la española, su fiereza republicana se doblega frente a la majestad soberana de la Vieja Infante que por el momento la personifica, y ciertamente en homenaje suyo, ferviente católica, por cinco días ondeó en la punta mayor del municipio bonaerense en el puesto de honor, la bandera del papa-rey.
Si cada casa italiana hubiese expuesto la bandera tricolor, si cada pecho de nuestros connacionales hubiese lucido los colores de la bandera, entrelazada, si nuestros hijos con este signo exterior hubieran afirmado su origen, aquí, en la Argentina, la representación de todos los gobiernos del mundo para la gran fiesta habida, se hubieran preguntado si aquí, más que una América española no había una América italiana.”



“La Commemorazione del Centenario” en Il Maldicente, 29 de mayo de 1910. Citado en El miedo a la inmigración de Hebe Clementi. Buenos Aires: Leviatán, 1984.


Veinte días de un socialista en la Roma de Mussolini, de Folco Testena (1933 aprox.)



“El pueblo italiano – nadie lo sabe mejor que nosotros que hemos pasado casi toda nuestra vida allende el océano – cuando se alejaba de su pueblo natal, se alejaba para dirigirse a un puerto de embarque, y el buque lo llevaba a otros continentes, colaborador precioso e indispensable del progreso de otras naciones, que no siempre tenían para ellos gratitud justiciera. Todas las ciudades del continente americano al sur y al norte, que han surgido en los últimos ochenta años, han sido construídas por obreros y artesanos italianos. Los harapientos de Italia, con el arado y la cuchara, siguieron ignaros, la misión de Roma. Aquellos italianos que no conocían su propia patria, creaban la patria de los demás: creaban las ciudades, los hijos para poblarlas y el trigo para alimentarlas. Y quedaba ignorados por la patria antigua, que, sin embargo, disfrutaba de sus ahorros, juntados, casi siempre, a costa de renuncias y sacrificios.
¿Puede haber algo más sorprendente, más espontáneo, más conmovedor del patriotismo tenaz y siempre alerta de los emigrados italianos, quienes, en la mayoría de los casos, no recordaban de su patria sino la miseria de un pueblito perdido en las matas de los Apeninos?”



Folco Testana, Veinte días de un socialista en la Roma de Mussolini. Buenos Aires, Ediciones Argentinas Cóndor, 1933 (aprox.)

jueves, 30 de julio de 2015

"Martín Fierro y el mito de los argentinos", de Carlos Astrada (1948)



“El hombre argentino, al asimilarse externamente los productos de la cultura europea, hace de éstos meros habitáculos que le dispensan de formarse conceptos del mundo y de la vida que sean fiel expresión de su peculiar modo de ser. Debido a esta situación en extremo anómala, nuestra comunidad ha recorrido las etapas ficticias de un progreso técnico y económico, que no era expresión de un interno crecimiento, de una expansión de la vitalidad argentina, sino aportes foráneos que caracterizan a la factoría, al hinterland colonizado de acuerdo a las exigencias y para satisfacer las necesidades de las metrópolis europeas. Correlativamente surgieron formas institucionales y políticas informadas por principios y doctrinas extrañas a nuestra idiosincrasia y a nuestra realidad histórica.
Desde hace más de medio siglo se inició, para nosotros, un proceso desconectado de las fuentes de la vida nacional, un proceso nuevo en nuestra historia de pueblo principalmente agrario y ganadero, el de la industrialización del país, emprendida sin plan ni método, y el correlativo de su tecnificación en diversos aspectos, y de un acusado incremento del capital extranjero, aplicado a explotaciones productivas. Paralelamente a este fenómeno y concomitante con él, el aluvión inmigratorio –brazos que contribuyeron, sin duda, al aumento de la riqueza argentina exportable- se asentó en las fértiles zonas de nuestro extenso litoral. Todos estos factores extraños rebasaron casi de golpe nuestra capacidad asimilatoria, ya herida en sus raíces, introduciendo un peligroso desequilibrio en nuestra estructura económica, étnica, social, política y espiritual. Esto hizo que nuestra cohesión social fuese más aparente que real, y que, como consecuencia de aquel aporte étnico, múltiple y heterogéneo, quedase superada y anulada la fuerza de coagulación de nuestro plasma racial, Éste sólo fue, así, sangre desperdigada a los cuatro vientos, sin el nexo de un ideal argentino, sin entronque con nuestro mito pampeano, sin un ethos aglutinante y unificador.”

Carlos Astrada, "Martín Fierro y el mito de los argentinos" en Tribuna de la Revolución. Buenos Aires, Ediciones Nueva Argentina, Centro Universitario Argentino, 1948, pp. 211-240.
Incluido en Metafísica de la pampa. Ed. de Guillermo David. Buenos Aires: Biblioteca Nacional, 2007.




La mayor, de Juan José Saer (1976)



“¿Dónde empieza la costa? En ninguna parte. No hay ningún punto preciso en el que se pueda decir que empiece la costa. Pongamos por ejemplo dos regiones: la pampa gringa y la costa. Son regiones imaginarias. ¿Hay algún límite entre ellas, un límite real, aparte del que los manuales de geografía han inventado para manejarse más cómodamente? Ninguno. Lescano está dispuesto a admitir ciertos hechos:… Étnicamente, la pampa gringa está compuesta más bien por extranjeros, italianos sobre todo, en tanto que en la costa predominan las familias criollas. Pero acaso ¿no hay italianos en la costa y criollos en la pampa gringa? La pampa gringa es más fuerte desde el punto de vista económico y sabemos con precisión que mientras ella está más cerca de Córdoba, la costa en cambio limita con Entre Ríos y con Corrientes. Todo esto supone un principio de diferenciación, admitido. ¿Pero no existe también la posibilidad de definir la pampa gringa como una costa que está más alejada de Entre Ríos… una costa en la que por las características de la tierra se siembre más trigo que algodón?... No hay ningún límite preciso: el último arrozal está ya en el interior de los campos de trigo, o viceversa…. No entiendo, termina Lescano, ¿cómo se puede ser fiel a una región, si no hay regiones?”


Juan José Saer, “Discusión sobre el término zona” en La mayor. Barcelona, Planeta, 1976.